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Dos libros escritos y publicados a muchos años de distancia, uno en 1987 y el otro en 2016, dos mujeres que han vivido unas experiencias traumáticas, un maltrato tanto físico como psicológico por parte del hombre que tenía que protegerlas.  

“No sin mi hija”, el libro original, se publicó a finales de los ‘80 y fue escrito por Betty Mahmoody, la madre de Mahtob, que contaba como ella y su hija se fueron de vacaciones a Teherán, Irán, la patria de su marido, y que después de dos semanas, este las obligó a quedarse allí en contra de su voluntad. Betty relata de una manera conmovedora el calvario que sufrieron estando en Irán, su lucha por escapar de su marido y volver a Estados Unidos con su hija, junto con la difícil huida a través de las montañas de Irán y Turquía. 

Es un libro que se volvió super conocido en esa época, mi madre lo tenía en su biblioteca de casa y lo leí casi sin respirar a finales de los ‘90 cuando tenía 10-11 años, para después repetir la lectura ya muchísimo más mayor y con otra maturidad intelectual. La opinión y las emociones no han cambiado casi nada a pesar del tiempo transcurrido, me sigue causando la misma indignación la facilidad de robar al ser humano uno de sus derechos fundamentales: la libertad.

“Mi nombre es Mahtob” está escrito por Mahtob, la hija, cuando ya era mayor y escogió deliberadamente contar su punto de vista sobre la experiencia vivida en Irán a la edad de 4-5 años, reiterando una y otra vez que antes de publicar este libro, no leyó el libro de su madre ni tampoco vio la película «No sin mi hija», la adaptación de su historia en 1991, porque no hacía falta ya que ella habia estado alli. 

También habla sobre su adaptación y su nueva vida en Estados Unidos aun con la amenaza de su padre persiguiéndolas, el labor de su madre en la fundación One World: For Children, su propia lucha con la enfermedad autoinmune Lupus, la intrusión de su padre en sus vidas inesperadamente después de muchos años y el terror psicológico sufrido por ellas, sus familias y toda la gente que les rodeaba, junto con la liberación de haber cerrado por fin este capítulo. 

Sus propias palabras son a veces desgarradoras, te hacen llorar, indignarte, sentirte triste, pero también te dan una lección importante de cómo levantarte y seguir el camino, así que os dejo con unos extractos del libro. 

Sobre cómo logró perdonar a su padre cuando todavía era una niña:

No importa lo mucho que luchase para aferrarme a mi ira, para continuar odiando a mi padre, el tirón de los buenos recuerdos acabó por encontrar un camino hasta mi corazón. Nadie es del todo bueno o del todo malo. La realidad de que mi padre sería siempre parte de mí era ineludible. Una gran parte de hacer las paces conmigo misma fue redescubrir lo bueno que él tenía y reclamarlo como mi herencia.

Mis profesores me dieron permiso para perdonar a mi padre. Mamá me dio permiso para quererle. Ese fue uno de sus mayores regalos. Mientras que el resto de nuestra familia era bastante vehemente en cuanto a su odio hacia mi padre, mamá encontró una forma de establecer un equilibrio misericordioso entre ser realista y ser obsequioso. Yo no era la única con la que hablaba amablemente de él: lo hacía con todo el mundo. Este acto desinteresado por su parte tuvo un efecto duradero en mi vida, y no solo en la mía. Si no hubiese sido por su compromiso incansable de ayudarme a sanar, quizá habría sido más fácil para ella sobrevivir en la oscuridad. Pero no podía sacarme de mi agujero negro de odio sin excavar ella primero su camino para salir.

Sobre su decisión de no volver a verle, que ha quedado inamovible todo el tiempo: 

—¿Te gustaría volver a verle? —No. No le tengo rencor, pero eso no significa que tenga que exponerme a más abusos por su parte. 

—¿Crees que tu padre te quiere? ¿Qué te echa de menos? ¿Que sufre porque no eres parte de su vida? —Sí, y todo es culpa suya. 

—¿Cómo te hace sentir eso? —No me da pena. Tuvo su oportunidad y la desaprovechó. Ahora todos tenemos que vivir con las consecuencias de las decisiones que tomó.

Sobre el labor de la fundación y el nivel de implicación de su madre: 

Nos tomábamos estos casos muy a pecho. Los niños que habían sido sustraídos de sus hogares eran reales para nosotras. Veíamos sus fotos, sabíamos sus nombres, escuchábamos sus historias, llorábamos con los padres que los buscaban. Yo entendía por qué mamá no podía descansar sabiendo que había aún tantos chiquillos esperando ser rescatados.

La vida de mamá estaba dedicada a una causa mucho más amplia que la vida tranquila que yo soñaba con vivir. No era que yo no estuviese incondicionalmente de acuerdo con la importancia del asunto. Lo estaba, pero también necesitaba la estructura de un entorno hogareño estable.

Sobre un documental que grabaron en Alemania sobre ella a la edad de 13 años: 

Tras saber de mi batalla contra el lupus y del tratamiento experimental que me había salvado la vida, vinieron a grabar un reportaje sobre mí. Lo que más les intrigaba era lo que veían como mi visión optimista frente a un obstáculo tan abrumador en apariencia. Los productores pensaron que la mía era una historia que había que contar, que otros adolescentes necesitaban este tipo de ejemplo positivo. Pero yo no me veía como ejemplo, ni como un ser extraordinario en ningún sentido. Solo estaba enfrentándome al lupus como a la brutalidad de mi padre, encontrando la cara buena de lo malo y confiando en que Dios tenía un plan más amplio de lo que yo podía ver.

Extractos de las cartas de su padre Moody hacia su querido tío Kombiz, donde se ve que probablemente Moody creyó en sus mentiras, en su versión del mundo y de su supuesta verdad hasta el día que murió.  

La Betty L. Lover Smith REAL, que se convirtió luego en la señora MAHMOODY REAL, fue una señora a la que trataron como a una reina. No es coincidencia que la Betty REAL en Irán también tuviese comodidades SIMILARES.

Ahora, HONESTAMENTE, juzga: ¿separé a Mahtob de su madre o fue Betty quien separó a Mahtob de su PADRE NATURAL? ¡Se la LLEVÓ de un hogar amable, tierno y cálido!

«Permíteme una pregunta personal. En tu interior, ¿no crees que cometiste un gran error?». Sí, lo creo. Nunca pensé que: 1)   Betty destrozaría nuestra familia.

Las emociones vividas por Mahtob mientras leía las cartas: 

Dejo caer las cartas en mi regazo y me reclino en el asiento. Me duele cada centímetro del cuerpo por la tensión. Leyendo las palabras de mi padre, aún oigo el gruñido familiar del zorro que me daba caza de niña. Cómo detestaba sus ataques de ira. Sin aparente provocación, se lanzaba a despotricar: largas diatribas llenas de mentiras y exageraciones, denuncias grandiosas que, a menudo, tenían poco sentido o ninguno, y carecían de base en la realidad.

Una conclusión tan sumamente dolorosa y a la vez tan lúcida, objetiva, realista, sobre el perfil narcisista que tenía su padre: 

Siempre quise creer que mi padre me quería, pero ahora me pregunto si sabía lo que era el amor. ¿Era siquiera capaz de amar? Su amor por mí existía en relación consigo mismo. No me quería por quien era yo, por mi personalidad, mi carácter, mis convicciones, ni siquiera por mis logros. Me quería porque era suya.

Busco en Google las palabras «trastorno narcisista de la personalidad criterios manual diagnóstico DSM-IV». Aparece una descripción en la pantalla y, de inmediato, mis ojos encuentran la verdad que mi corazón ya conoce: «grandiosidad… necesidad de admiración… falta de empatía… sentido de autoimportancia… fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios… interpersonalmente explotador», etcétera. Eso no le excusa. No lo justifica. No hace correcto, en ningún caso, lo que hizo, pero me ayuda a comprenderlo. Me ayuda a entender el nivel de trastorno de mi padre y las implicaciones que tuvo para nuestra familia. Siento una extraña sensación de alivio.

Y su alivio de haber cerrado por fin la caja de Pandora y este capítulo de su vida. 

Tamoom… Se acabó. Ha dejado de perseguirme. Ahora, soy libre.


Recomiendo encarecidamente que os toméis el tiempo de leer estos dos libros y reflexionar sobre lo afortunados que somos por ser libres y tener poder de decisión.

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