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Hace un tiempo alguien muy importante para mi me dijo que le gustaría verme como una reina en todos los aspectos de mi vida…y eso me impactó, porque en mi cabeza pensé que lo era. 

Y resulta que no, era todavía una damisela en apuros de camino para ser reina. 


La metáfora de las reinas, las damiselas de diadema floja, los reyes y los caballeros de armadura oxidada esta empleada por la psicóloga y periodista española Rosetta Forner en su libro La reina que dio calabazas al caballero de armadura oxidada, en el cual narra la historia de todas las mujeres que desean hacer realidad su sueño de encontrar el amor y, al mismo tiempo, no caer en los brazos de un hombre que pueda hacerles perder su autoestima y su dignidad.

También aparecen personajes como la dignidad, la alegría, el compromiso, la pérdida, la honestidad, la esperanza, la libertad, la posibilidad, la fe y el amor que todos llevamos dentro pero buscamos fuera, hasta que descubrimos la realeza de nuestra alma. 


Ahora vamos a ver, ¿qué diferencia hay entre una reina y una damisela de diadema floja?

Y aquí no se trata solo en el amor, sino en general en la vida, es una actitud diferente hacia todo, incluido hacia ti misma y hacia los que te rodean.   

“Lo que diferencia a una reina de una damisela de diadema floja es esencialmente una cuestión de actitud: las reinas asumen la responsabilidad sobre su vida, destino, felicidad, errores, aciertos, debilidades, fortalezas, sombra y luz. En cambio, las damiselas niegan toda responsabilidad en el tema acusando y maldiciendo a los hombres de sus males y pesares románticos, por lo que responden siempre de la misma manera ante el mismo o parecido desafío. Las reina, por el contrario, tratan de aprender de sus errores y varían el procedimiento hasta lograr obtener el resultado esperado.”

Pensé…yo no encajo en la descripción de la damisela, sino más tirando a reina aunque no siempre me salga bien la cosa. Yo soy fuerte, yo tomo y asumo mis decisiones, me preocupo por mi felicidad y mi bienestar. 

Rebobinando los eventos y mi relación con esta persona, llegué a la conclusión que era una reina en muchos aspectos de mi vida, menos en la relación con él, mi talón de Aquiles. 

Allí sí que mi corona se caía una y otra vez y le demostraba todo lo contrario. 

Me olvidaba de ser valiente, honesta, poner límites sanos y ser emocionalmente independiente. 

Reaccionaba a sus palabras, comportamientos, deseos y rumbo que él marcaba. 

Mi estado de ánimo y mi bienestar estaban demasiadamente influenciadas por su bienestar. 

Y me pregunté, ¿cómo hago para ser una reina sin dejar de ser empática?

Ser empática es la capacidad de ponerse en el lugar de una persona y de comprender sus sentimientos, una habilidad que se adquiere a lo largo de la vida y que determina en gran medida la calidad de nuestras relaciones sociales. 

Esta capacidad que me sale tan natural, a veces ha traído consecuencias negativas para mi, ya que me convierto en una esponja de las emociones de los demás o en un vaso lleno de agua que se acaba sobresaliendo, donde ya no se donde acabo yo y empiezan los otros. Esa última frase es muy Piscis, el duodécimo y último signo del zodiaco, el que simboliza la disolución. 

Hay que poner límites, muy obvio no? Estaba de acuerdo, pero no sabia como hacer eso sin perder mi esencia, mi personalidad o mis dones en el intento. 

Leí en algún lado un artículo que decía que empatizamos cuando estamos fuertes y seguros con nosotros mismos, cuando podemos acompañar a alguien a bajar de una montaña peligrosa mientras nosotros estamos bien asegurados con cuerdas. ¡Qué hermosa analogía! 

En mi caso con esta persona había llegado ya a una fatiga de desgaste por empatía, lo que significa que estaba ayudando y a la vez sobrepasando mis propios límites físicos, mentales y emocionales. Os acordáis que os hablé el año pasado sobre el burnout emocional

Decidí hacer más caso a estos mandatos: 

“Una reina se pregunta cada día cómo se siente. Y luego calibra si su deseo o ideal de bienestar interior coincide con su realidad”. 

Exacto…mi realidad, mi bienestar, el de nadie más. Y si el otro encaja allí, pues perfecto, y sino también.  

“Una reina no duda de su valía jamás, no importa cuantos sapos le canten desde su charca”. 

Porque si dudaba, a veces demasiado, y me olvidaba de lo que soy capaz.

“Una reina no reniega jamás de la mujer salvaje que habita en su interior ni envía al exilio sus dones, talentos, valor, coraje, dignidad, compasión.”

Rebajarme yo para que el otro no se sienta amenazado por mi luz ya no era una opción. 

Y lo peor era que lo hacía sin ni siquiera darme cuenta, pensando que era lo que él necesitaba de mí, lo que él quería, y en realidad todo era una historia que me había montado sola en la cabeza. 

Hubo un click, un terremoto mejor dicho, una charla que me rompió los esquemas. 

Me liberé de una carga que me había puesto sola en los hombros.

Y por fin pude empezar a ser lo que estaba destinada a ser…una reina en todos los aspectos de mi vida

“Elevar la corona, estirarse en toda su real extensión y mostrárselo al mundo es la prueba definitiva que toda mujer ha de estar dispuesta a realizar si quiere llegar a reina de su vida, castillo y destino. Esto equivale a no fingir nunca más, ni avergonzarse, ni pedir perdón por ser bella, brillante, fuerte, valiente, alegre, divertida, inteligente, ocurrente, carismática, plena de recursos, independiente, espiritual, única, etcétera.” 

 

Realmente la vida está genial así, mi vida está mucho mejor así. 

Ser una reina mola mogollón, así que permítete serlo, diseña tu reinado y lidera tu destino.

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